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¿Qué es Babieca?

 

A mediados del siglo pasado, a Víctor de la Serna Babia le pareció “…un extraño país, lleno de bosques, de escuelas, de praderías, de bienestar y de cultura,…”. Para mí que don Víctor fue un viajero un tanto apresurado y crédulo del que algún babiano se mofó con historias de naranjas y mermeladas. Me da la impresión de que este notable escritor no se percató de que calar al babiano lleva su tiempo; más o menos el que empleas en aprender a discernir entre la chanza y la cosa seria. Cuando por fin lo consigues, te hacen un poco suyo y te dejan de preguntar por la dentadura de arriba de las vacas; si te pasas de pardillo, entonces muestran extrañeza por lo mal que han colocado este año la Peña del Cinto.

Pero, en fin, aunque Babia nunca destacara por sus bosques y ya no esté poblada de escuelas, sigue siendo, eso sí, un extraño país en el que conviven la modernidad con las más rancias tradiciones. Porque aunque en el queso haya acordeón en vez de pandereta, el queso sigue siendo queso, y ya se sabe que en el queso siempre hay hueco para el baile chano. Y porque el otro día Manolo se estruchó un dedo mientras arreglaba la empacadora y, aunque fuera en una empacadora y no en un carro, estruchárselo se lo estruchó.

Hace ya unos años que paro por Babia; recorro sus caminos, subo a sus peñas, hablo con sus gentes... Babieca nace sin especiales pretensiones, más bien como un antojo personal, como un cajón de sastre que pretende ir llenándose de fotografías, historias, mapas, reflexiones,...

 

¿Quién hace Babieca?

 

El de la foto no es babiano, aunque si un poco babieca y dado a «estar en Babia». Los avatares del destino me hicieron recalar en esta comarca, concretamente en el pueblo de La Majúa.

Geógrafo de profesión (más en concreto dedicado a la Cartografía), año tras año me llena de satisfacción perderme por el entorno del pueblo, conocer los nombres de los parajes, saber de las gentes de antaño y su forma de usar el territorio, ... Aparte de esas manías (deformación profesional, sin duda) el monte, como dice mi mujer y sospecho piensan gran parte de los vecinos (para alguno de los cuales me falta un hervor), es mi entorno natural. Allí me en encuentro «en Babia», esto es, «distraído y como ajeno a aquello de que se trata». Es un universo de vacas y yeguas, buitres y rebecos, lagunas y charcas, cascadas y fuentes, puertos y brañas, cumbres y collados, abedules y robles... cada cosa con su nombre, con su historia...

Decía Aristófanes que «allí donde se está bien es la patria». A la vez que he ido conociendo esta tierra y he dejado de ser un viajero apresurado, las Babias y sus gentes, con sus virtudes y sus miserias, se han ido haciendo un hueco en mi corazón. No se puede saber de todo y por eso mi universo es La Majúa, acaso Babia de Suso y a lo mucho las Babias, porque es imposible conocer a fondo, hilvanar todas las historias de un territorio más amplio, porque el universo que a mi me interesa, el de la montaña ayer y hoy, está contenido en este extraño país que empezó interesándome para acabar cautivándome. Podría haber sido otro, pero fue este.